La referencia a ello es el de $1.000, que fue lanzado a fines de noviembre de 2017, y que a valores actuales hoy representaría tener un billete de máxima denominación de unos $12.000, debido a que la inflación acumulada en dicho período supera el 900%.Esto quiere decir que desde que se lanzó el ejemplar con la imagen del hornero, hace más de 5 años atrás, ya perdió alrededor de 91,5% de su valor real.
De hecho, esto se observa en que el Banco Central, en vez de lanzar denominaciones mayores para ir acompañando la alta inflación, decidió volcarse a imprimir una mayor cantidad de unidades de $1.000.
En concreto, según datos oficiales del Banco Central, en todo el 2023 se emitieron 88,7 millones de billetes de la actual mayor denominación en circulación. Por lo que creció el volumen de papeles de $1.000, en menos de cuatro meses, casi 3%. Así, hoy existe un total de 3.175,2 millones de ejemplares de este más alto valor, que ya representa el 40% de todo el circulante de pesos.
A pesar de ello, el bajo poder de compra que representan los $1.000 lleva a que los cajeros automáticos se vacíen cada vez más rápido y así se incrementen los problemas logísticos de comercios y bancos, tanto para almacenar como para trasladar estos "papeles".
Algo que el nuevo billete de $2.000 puede ayudar durante los primeros meses, debido a que puede duplicar la capacidad de entrega de pesos, pero su poco valor real y una inflación de 7% mensual le quitarán valor real. Por ejemplo, para pagar un alquiler de $100.000, se precisará llevar 50 papeles de la nueva máxima cifra en circulación o 100 unidades de $1.000. Monto que equivale a apenas dos papeles de 100 dólares.
Entonces, esta medida oficial no ayudará a solucionar el desfasaje de fondo que se vive a diario, donde se necesita una denominación sustancialmente más alta para eliminar los cuellos de botella en las transacciones con efectivo.